Si dejamos de lado el romanticismo, neurólogos, psiquiatras, psicólogos, neurocientíficos y sexólogos llevan años estudiando que ocurre en la cabeza durante el coito, a fin de trazar el mapa cerebral del placer. Sus conclusiones son claras: el cerebro es el principal motor del acto sexual y es que, además de regular la secreción hormonal, gobierna las emociones, el deseo y la atracción a través de activar y desactivar sus distintas áreas.
La doctora Kaja Nordengen, neurocientífica y neuróloga del Akershus University Hospital y profesora en la Universidad de Oslo, asegura que para una experiencia sexual completa <<es necesaria la labor conjunta y simultánea de casi todas las partes del cerebro. Empleas el lóbulo occipital cuando ves una persona sexy.
El reconocimiento de lo que te parece atractivo se produce, en el lóbulo frontal con la colaboración del sistema límbico>>. Pero, además la activación de diferentes regiones de la corteza cerebral, también son decisivos todos los cambios hormonales <<están controlados por el cerebro>> envía la señal al cuerpo de descargar feniletilamina, un compuesto de la familia de la oxitocina involucrado en hacernos sentir lo que llamamos pasión.
Esta descarga es responsable de que el sistema nervioso central se lance a producir dopamina, un neurotransmisor relacionado con la satisfacción y la recompensa.
Tal descarga de reacciones ‘químicas’ explicaría que es sexo pueda ser potencialmente adictivo. Uno de esos químicos liberados es la oxitocina – la hormona del amor- explicaría la preferencia de ellas de mantener el contacto físico y las muestras de cariño una vez finalizado el coito. También es responsable, junto a la dopamina, del orgasmo.
El profesor James Pfaus, los elementos involucrados en el deseo y el enamoramiento el profesor de psicología y neurociencia había estudiado de forma aislada las reacciones neuroendocrinas propiciadas por el sexo y el amor, pero no se habían cotejado entre sí.
Observaron que existen mayores similitudes que diferencias en la forma de plasmarse amor y deseo a nivel cerebral en hombres y en mujeres. Además, vieron que amor y deseo, muestran patrones diferentes en dicha activación.
Se constató que hay zonas cerebrales cuya actividad es menor con el sexo que con el amor, explicaría el deseo sexual como <<un estado del ánimo con un objetivo muy específico>>, mientras que el amor se consideraría como <<un comportamiento con un fin más abstracto, flexible y complejo, menos dependiente de la presencia física de otra persona>>.
Es cerebro decide a quién consideramos atractivo basándose, fundamentalmente, en criterios reproductivos. Estamos programados para fijarnos en quienes convienen más a la especie, con una mejor genética. Según un estudio de la Universidad de Abertay (Escocia) mujeres heterosexuales se sentirían más atraídas por hombres de mandíbulas y pómulos marcados, atributos relacionados bilógicamente con altos índices de testosterona y un buen sistema inmune.
El olor juega un papel esencial. Las famosas feromonas, estudio de la Universidad de Utah. La Universidad de Brown, revela que el olor de un hombre sería la principal señal para el cerebro femenino de identificar la compatibilidad genética ente ellos.
Varios estudios llevados a cabo en la Universidad de Princeton han demostrado que una vida sexual activa no solo ayuda a controlar y revertir los efectos del estrés cerebral funcionando como un ansiolítico natural, contribuye a la creación de nuevas neuronas y a aumentar el número de conexiones entre ellas, reducción de ansiedad, mejora de la memoria y capacidad de aprendizaje. Investigadores de la Universidad de Wilkes (Pensilvania) favorece la inmunidad.
Detectaron que quienes mantenían sexo entre dos y tres veces por semana tenían un 30% más altos los niveles de estos anticuerpos que los que mantenían relaciones con menos frecuencia.
Y el orgasmo ¿Qué beneficios tiene? Durante el clímax entra ‘en ebullición’ el núcleo accumbens – donde se concentran el placer, los sistemas de recompensa y la motivación-.
Todo este proceso actúa como un bloqueador del dolor, aumentando el umbral de tolerancia al mismo, un efecto analgésico que abre una interesante vía de investigación para ciertas enfermedades. Estudios de la Universidad de Nottingham (Reino Unido), 25 minutos de sexo equivaldrían a 40 de yoga. ¿Qué más se puede pedir?